miércoles, 21 de agosto de 2019

Apetito al riesgo



La tutela del riesgo en una compañía es un trabajo arduo, pero indudablemente necesario para la correcta consecución de los objetivos de esta, la definición del apetito al riesgo acerca a la empresa a la cantidad de riesgo que está dispuesta a asumir para obtener valor y, para esto, se debe de tener una concordancia entre el apetito al riesgo y los objetivos de la organización, sin dejar de lado que para crear valor no se debe incurrir en costos que excedan los beneficios que se pueden percibir, con esto en mente la dirección debe de tomar en cuenta cuál es su aceptabilidad de riesgo según sus objetivos y definir claramente su apetito al riesgo, es decir, la cantidad de riesgo que está dispuesta a asumir, la tolerancia al riesgo, que es equivalente a la desviación de los niveles de riesgo que la organización está dispuesta a asumir y su capacidad para gestionarlos de manera eficiente, y su capacidad máxima de riesgo, es decir, la medición de los riesgos cuyo impacto sería insostenible por la capacidad de la organización y cuál es el límite establecido de afectación que esta puede soportar.

La implementación del apetito al riesgo en una organización puede tener dos enfoques:
  1. Descendente o top-down: En el cual la organización comienza su análisis de apetito al riesgo desde el más alto nivel organizativo contemplando siempre los objetivos estratégicos.
  2. Ascendente o bottom-up: En el que se inicia desde el más bajo nivel de decisión administrativa para posteriormente ascender a lo largo de la estructura organizativa.
Las principales ventajas del top-down son la alineación de la estrategia y la cobertura de las necesidades de los grupos de interés sin embargo, la falta de implicación de los niveles operativos puede llegar a ser un problema aunado a la falta de detalles, el bottom-up presenta una mayor implicación de la parte operativa del negocio y una sencillez en la definición, mas deja de lado los grupos de interés y sus necesidades además que reduce el debate a nivel ejecutivo, es por estas razones que la mejor manera de definir el apetito al riesgo es tener una combinación de ambos enfoques, manteniendo la comunicación entre alta dirección y los procesos operativos e implicando a ambos en una cultura de riesgos que agregue valor.
Existen, asimismo, metodologías cuantitativas y cualitativas que, al igual que los enfoques, la organización no se debe decantar por uno u otro en específico, sino que debe de armonizar ambos en función de su operación para obtener una mayor eficiencia, en el entendido de que no todos los riesgos son medibles y que en su gran mayoría son muy volátiles al estrés externo e interno, es por esto que la alta dirección debe de ser la encargada de definir el apetito al riesgo, para tutelar que esta no se aleje de los objetivos estratégicos y velar por que los comités de auditoría interna se encarguen de la revisión y supervisión de los mecanismos de tratamiento de los riesgo y se encarguen de mantener a toda la organización implicada en custodiar sus propios riesgos.
Entre las ventajas que podemos identificar de una correcta definición del apetito al riesgo se encuentra:

  1. Mejor planificación administrativa: en el entendido de que se alinean tanto los objetivos estratégicos como la planificación del riesgo,
  2. Aumento de efectividad en la toma de decisiones: el aumento de la información y su calidad permite que se mejore los procesos decisorios de la organización,
  3. Medición del desempeño y seguimiento: con mejor y más actualizada información se puede tomar rumbos claros de cómo y dónde queremos llegar y cuantificar qué tanto avance se tiene.
Todo punto que agregue valor para una organización es importante siempre que estas estén dentro del marco costo/beneficio manejado por la entidad y que genere información relevante inclusive de escenarios que sea muy poco probable su ocurrencia, en consecuencia el estresar panoramas de riesgo con la finalidad de que se muestre cual es la peor ocurrencia de un determinado hecho presenta información valiosa para el proceso de toma de decisiones, si se considera además la identificación de riesgo como un cono, en el cual el extremo más ancho tenemos el panorama más general de los riesgos pero que no se pueden abarcar en su totalidad, y en el extremo más estrecho, los riesgos específicos pero que si solo se analizan estos se estaría dejando por fuera un gran espectro de riesgo que puede llegar a impactar la organización. Es en este punto donde poseer una convergencia de criterio es tan importante y donde la definición del apetito al riesgo juega un papel trascendental para unificar esfuerzos y que toda la compañía esté alineada en una misma dirección y, de esa forma, comprometer una cultura al riesgo holística que contemple los aspectos fundamentales de impacto y su severidad para los colaboradores y toda la organización.

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